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viernes, 14 de octubre de 2022

Luarca, entre La Atalaya y El Chano

 

   Además de ser la capital del municipio de Valdés y haber sido un prestigioso puerto pesquero desde la Edad Media, Luarca es conocida como la Villa Blanca de la Costa Verde pues su luminoso y blanquecino hemiciclo de casas arracimadas le da un encanto especial, sin duda uno de los puertos más bonitos de Asturias.



   Después de dejar atrás Bercellina y Villar, que poseen vistosas casonas indianas, continuamos por la sinuosa y estrecha ´carretera del faro` que bordea esculpida por el peñón de la Punta Focicón, que cierra el puerto por el oriente.


   Nos situamos en La Atalaya, un promontorio muy visitado donde se ubican elementos muy relevantes de la villa luarquesa, la capilla de la Virgen Blanca o de La Atalaya, el Faro, el llamativo cementerio parroquial, restos de la fortificación medieval y la Mesa de Mareantes y Navegantes.


   “El faro de Luarca, inaugurado en 1862, se encuentra ubicado casi en el extremo de la Punta Focicón, donde todavía se conservan restos de la muralla de vigía del fuerte que sirvió de baluarte defensivo de la villa ante los ataques corsarios ingleses y franceses entre los siglos XVI-XVII.” 


   “Cuentan las historias que ya en el siglo X se reunían en este lugar los hombres del Gremio de Mareantes para encender fuegos que orientaran a las embarcaciones de la costa.”


   Puede resultar extraño nombrar al cementerio como elemento interesante para su contemplación pero en este caso llama la atención por algunos panteones modernistas, además es muy fotografiado por su particular ubicación y atractivo, con el mar Cantábrico de fondo. No es preciso entrar. Aquí se encuentra la tumba del luarqués Severo Ochoa, premio Nobel de Medicina en 1959.



   La mejor forma de bajar hacia el puerto es seguir la calle de la Atalaya, que desciende a través del primitivo barrio del Cambaral. En el inicio resulta obligado detenerse ante la Mesa de Mareantes y Navegantes, un monumento dedicado a los antiguos marineros y navegantes. Consta de varios mosaicos cerámicos, una mesa de pizarra, un cañón y un ancla, consiguiendo una acertada composición ubicada en un pintoresco y vistoso rincón.



   En el mismo puerto, muy cerca de la lonja, la iglesia parroquial de Santa Eulalia. “Cuenta una leyenda que en Luarca hubo una sirena que tuvo un hijo con un vikingo. Cuando quedó sola y abandonada, la tristeza la volvió loca y dejó al niño en una roca. Al oír los lloros del niño, las gaviotas se acercaron a curiosear. Cogieron al bebé y lo trasladaron a la torre de Santa Eulalia. Gracias a los vecinos y al párroco el niño creció y se convirtió en un valiente marino que luchó contra los moros, y al final se casó con una princesa de Portugal.


   Hay un cantar que dice: «Fuerte Gavilueto que vino del mar, con una infantina casó en Portugal. La niña era blanca y era verde el mar; la niña tenía color de coral y los ojos verdes como el verde mar…»


   Detrás de la iglesia, la calle Párroco Camino donde se abren la plaza Carmen y Severo Ochoa y la plaza de la Constitución, de las que parten callejuelas de aire tradicional, destacando la calle Olavarrieta, un empinado callejón que nos muestra los edificios más originales de la villa luarquesa, entre ellos el espléndido Palacio de Ferrera, con su Arco Bayón.


   “De origen medieval, el Puente del Beso es uno de los siete puentes que existen en la villa, sirviendo de acceso peatonal al barrio de la Pescadería y a las playas de Luarca desde el centro del casco urbano.”


   Luarca, además de Villa Blanca es burgo de leyendas, cuenta otra leyenda que “la hija del señor de la Atalaya se había enamorado del cruel pirata berberisco Cambaral, prisionero en las mazmorras de la fortaleza, ……. Cuando los amantes fueron sorprendidos en su fuga, el noble, loco de ira, cortó con su espada, de un solo tajo, las cabezas de la hermosa doncella y del pirata”.


   “En este lugar, a donde rodaron sus cabezas hasta las aguas, unidas en un último beso mientras sus cuerpos quedaban entrelazados en un abrazo eterno, se levantó el Puente del Beso en recuerdo a la tragedia de los enamorados.”


   El barrio de la Pescadería, unido al del Cambaral, formaron el primer germen habitable de Luarca durante la Edad Media. En la actualidad es un rincón que intenta conservar sus tradiciones, con casas colgadas que quieren asomarse al mar o a la villa, muchas de ellas restauradas. 


   Entre ellas los empinados peldaños de cemento y pizarra nos conducen a través de un sinuoso laberinto hasta llegar a lo alto del mirador de El Chano, un balcón natural que nos ofrece una vista añadida que se cruza con la se tiene desde La Atalaya. La estampa tiene un atractivo único.


   Un sendero nos posibilita arrimarnos al acantilado, en un lugar desde el que podemos divisar las playas de Luarca, la entrada del puerto, los componentes de La Atalaya y el barrio del Cambaral. En sentido contrario, la misma senda nos acerca a la ermita de San Roque y San Martín. 

   La Atalaya y El Chano, dos singulares puntos de fascinación para un observador contemplativo.




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