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domingo, 18 de marzo de 2012

Barcos de hormigón del muelle de Candás


   Desde pequeños, jugando en la playa o caminando cerca de un río, nos empieza a llamar la atención los objetos flotantes. Quizás no resultaban muy difícil de entender las explicaciones de nuestro profesor sobre los motivos por los que un barco flota, .....sobre todo si estamos acostumbrados y nos encanta contemplar esos enormes barcos de hierro, a veces cargados de materiales pesados, u otros pequeños barcos pesqueros cuando llegan al puerto.


   Pero cuando escuchamos que en otras épocas también se fabricaban barcos de cemento, quedamos un tanto sorprendidos, extrañados, un tanto desconfiados, como poniendo en duda esta posibilidad. La teoría es muy fácil, todos debemos saber que cualquier barco puede flotar siempre que el peso del agua que desplace sea mayor que su propio peso, ......... ¡¡pero de cemento es lo mismo!!


   Los que tuvimos la suerte de correr, pasear y pescar en el muelle de Candás hace unas décadas, no podremos olvidar los restos de aquel barco de cemento que conservaba las letras LONDON en la popa. Se contaban muchas historias, oíamos relatos de todo tipo y muchas veces nos preguntábamos ¿Cómo había llegado aquel barco allí?. Sin duda en nuestras mentes siempre quedará el recuerdo de aquel barco de hormigón, medio tapado por bloques, del puerto de Candás.


   Durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918) este tipo de barcos construidos a base de hierro y cemento, transportaban materiales a granel en el Reino Unido y hasta lo llegaron a hacer con mineral de hierro desde España. La escasez de acero y los problemas económicos generados por el conflicto bélico aceleraron la propuesta de producción de barcos bajo el sistema de “hierro y cemento”. La construcción comenzó a principios de 1918 en unos 15 astilleros del Reino Unido y Francia, especializados principalmente en la construcción de este tipo de embarcaciones.


   Entre estos astilleros figuraba J & R Thompson, en Warrenpoint en el Norte de Irlanda, constructor de los “barcos de piedra”, que serían emplazados en el puerto de Candás, -Cretefarm y Creteforge-, el cual había recibido un pedido para 10 barcazas con tres posibles remolcadores.
Hay que destacar que no todos los modelos de barcazas eran iguales, pues en unos casos se trataba de simples remolques que necesitaban de barcos auxiliares para sus desplazamientos, mientras que en otros casos eran autónomas y equipadas con motores y calderas, de hecho algunas se utilizaron en origen para remontar ríos a los que se les llegó a incorporar velas. Aproximadamente, las embarcaciones tenían unos 50 metros de eslora, 10 de manga y 6,20 metros de puntal, y podían navegar con una carga entre 1100 y 1400 toneladas.


   Siguiendo más de cerca la trayectoria de las dos naves “hermanas” candasinas, el Cretefarm se configura a partir del 18 de diciembre de 1918 y fue completado, operativo o registrado en junio de 1919 (acabada ya la Primera Guerra Mundial) por The Shipping Crontroller, de Londres. Los trabajos en el Creteforge arrancan del 5 de marzo de 1919 y fue registrado en la misma fecha que el anterior. En 1921, ambos son transferidos al departamento de Comercio y Exportación del Reino Unido. En 1922 pasan a la Crete Shipping Co. Ltd. y aparecen como vendidos a España en 1929 siendo borrados finalmente del correspondiente registro en 1931.
   Su llegada al puerto de Candás tuvo lugar, la del Cretefarm en septiembre 1929 aunque no se emplazaría definitivamente hasta 1930 y la del Creteforge en agosto de 1935. Eran embarcaciones de 712 toneladas y con unas dimensiones de 54,86 m de eslora (longitud), 9,58 m de manga (anchura) y 5,79 m de puntal (altura desde la quilla hasta la cubierta).


   Por otra parte se sabe de la llegada a otros puertos asturianos de este tipo de naves, superado el primer cuarto del siglo XX. Se trataba de lanchones con casco de cemento, ya en desuso, para ser empleados como consolidación o reforzamiento de algunos puertos.
   El dato más extendido en el número total de adquisiciones que hubo en Asturias, es de 13 gabarras de las cuales dos fueron a San Esteban de Pravia, otras dos al puerto de Candás y las nueve restantes se llevaron al puerto de El Musel, si bien referencias y noticias de hemeroteca nos hacen pensar que la cantidad de ese tipo de artilugios traídos a Asturias fue algo mayor.


   El motivo o la conveniencia de adquirir este tipo de embarcaciones se apoyó en el menor coste que tenían en relación a bloques o cajones de hormigón con idéntico fin para las defensas o protecciones de espigones. También, su mejor maniobrabilidad a la hora de transportarlas y hundirlas, así como menor tiempo de espera a la hora de incorporarlos a las construcciones.


   Estos, llamados por algunos, “barcos de piedra” eran en realidad de hierro y cemento. Este ferrocemento era un material más duradero que la madera y también más fácil de trabajar, además podían construirse fuera de los astilleros tradicionales por personal no especializado.
   El Creteforge fue la más visible y conocida de todos las gabarras llegadas a nuestra región en aquella época, ya que sobre esta embarcación pudimos caminar, saltar, jugar y era un buen emplazamiento para pescar con caña. En su popa aparecía el nombre Creteforge – London, las letras Creteforge cayeron y solo quedaron las de LONDON, que se pudo leer hasta el día de su entierro definitivo.


   Es cierto que hubo un intento por parte de una Asociación de Vecinos de Candás para intentar extraer el Creteforge del muelle y conservarlo como parte de la historia de la villa, pero después del correspondiente estudio se consideró inviable el rescate debido al deterioro de la nave.


   Este trabajo o pequeña recopilación histórica de datos ha sido para mi algo especial, es una dedicatoria personal a mi buen amigo, y compañero de trabajo durante muchos años, Eugenio Wifredo González Gutiérrez, natural de Candás, un lugar que siempre llevaremos en nuestros corazones.





jueves, 15 de marzo de 2012

Amanita Muscaria


   El valle que circunda la ladera Norte del Monte Naranco, bordeando en ocasiones el río Nora, ofrece al caminante una amplia variedad de paisajes, bosques, pequeños pueblos y sendas, alguna de ellas señaladas en postes a pie de camino, que merecen la pena visitar y conocer.
   La sinuosa y estrecha carretera que sale de Cayés, cruza el río Nora en un estrecho puente, atraviesa los pueblos de Villapérez y Quintana, y termina en Lladines; te ofrece diversas alternativas para hacer senderismo, recorrer diminutos y encantadores pueblos y observar el paisaje, con todo tipo de especies de árboles y plantas.


   Al llegar al pueblo de Folgueras me desvié a la derecha subiendo a través de una pronunciada pendiente hasta llegar al enclave de Los Carriles, perfectamente señalizado. Allí tuve la suerte de encontrar varios ejemplares de Amanita Muscaria, una de esas maravillas que ocasionalmente puedes encontrar en nuestra rica naturaleza.
   Este llamativo hongo ha sido el más utilizado a lo largo de la historia por diversos motivos y en diferentes culturas. Debido a su extraordinaria belleza, aparece dibujado en muchos cuentos infantiles o pintado en cuadros de distinta temática.


   Suele ser un protagonista excepcional y habitual en libros de gnomos, duendes de los bosques, elfos o criaturas similares; todos ellos viven en bosques y dentro de unos hongos muy vistosos de color rojo. Estos personajes pueden ser al mismo tiempo seres bondadosos o malvados, sin lugar a dudas las propiedades alucinatorias y los cambios de comportamiento que puede originar la Amanita Muscaria se reflejan claramente en estos personajes.


   Es una especie muy común y conocida en las zonas húmedas de nuestra región asturiana, la podemos apreciar en muchos lugares, especialmente en bosques de coníferas y zonas frondosas de suelos ácidos. Aparece de finales de verano a finales de otoño.


   Tiene compuestos tóxicos que producen trastornos gastrointestinales intensos. Los supuestos efectos alucinógenos son muy variables según el terreno y variedad de la Amanita Muscaria que se recolecte y vienen acompañados de vómitos y diarreas.
   Pero además de ser partícipe en cuentos y fantasías infantiles, la Amanita Muscaria no quiso ser ajena a historias y leyendas de todo tipo.


   Los Koryaks de Siberia tienen un mito muy especial: Gran Cuervo, héroe de esa cultura, capturó una ballena, pero se dio cuenta que no tenía la fuerza suficiente para levantar la bolsa con las provisiones que la ballena necesitaba para alimentarse. El Gran Cuervo invocó al dios de la Existencia, Vahiyinin, y este le dijo que fuese a un sitio donde encontraría unos espíritus llamados wapaq. Si el Gran Cuervo comía uno de estos espíritus wapaq, obtendría la fuerza necesaria para alzar la bolsa y ayudar a la ballena. El dios Vahiyinin escupió sobre la tierra y aparecieron unas pequeñas plantas de color blanco con sombreros rojos, sobre los cuales la saliva del dios se transformaba en lunares blancos. Estas plantas milagrosas eran los wapaq.


   Una vez que comió wapaq, Gran Cuervo pronto se sintió tan poderoso y alegre que fue capaz de alzar con facilidad la pesada bolsa de yerbas, y así la ballena pudo alimentarse y volver a su casa. Cuando Gran Cuervo vio el poder de los espíritus de los wapaq suplicó: “Oh wapaq, debéis crecer siempre en esta tierra”, y ordenó a su gente aprender todo aquello que wapaq podía enseñarles.


   Como todos, sin duda, hemos adivinado, el wapaq de la mitología koryak, el regalo de Vahiyinin, no es otro que la conocida Amanita Muscaria, nuestra espectacular seta de sombrero rojo y manchas blancas. Durante varios siglos, este hongo ha generado bastante incertidumbre en toda Europa, por una parte representaba el dominio de la magia y por otra la muerte a causa de un supuesto veneno fatal.


   En realidad, la Amanita Muscaria es más alucinógena que mortal, y durante miles de años estos hongos han sido consumidos por los chamanes de algunas tribus del norte euroasiático, especialmente en las zonas de los cazadores siberianos y de pastores de reno. Secaban los hongos al sol y se los comían, solos o en un extracto con agua, con leche de reno o con el jugo de varias plantas dulces. Estas tribus de Siberia no conocían otros intoxicantes hasta que los rusos introdujeron el alcohol.


   Tanto el rayo como el trueno han sido asociados en muchas culturas, desde la antigüedad, con los hongos, en especial con la Amanita Muscaria. Se han encontrado escritos que hacen referencia a su origen legendario y a su poder sagrado como “un hongo malo o diabólico”, para estas culturas la Amanita Muscaria no era un hongo como todos los demás, sino que estaba relacionado con lo sobrenatural.


   Los primeros pobladores de América vinieron de Asia, cruzando lentamente la región del estrecho de Bering. Los antropólogos han encontrado muchos rasgos culturales en América relacionados con las culturas asiáticas. Descubrimientos recientes han revelado vestigios de importancia mágico-religiosa que la Amanita ha conservado en las culturas norteamericanas. Hay datos indiscutibles acerca del uso de la Amanita como alucinógeno entre los dogrib athabascan, que viven en las montañas Mackenzie al noroeste de Canadá. Estos grupos indígenas utilizan la Amanita Muscaria como sacramento en sus prácticas chamánicas.


   Recientemente se ha descubierto que los indígenas ojibwa que habitan en las orillas del Lago Superior (Michigan) utilizan la Amanita Muscaria en sus rituales: el hongo desempeña el papel de un alucinógeno sagrado en una ceremonia tradicional que celebran cada año.