Naturaleza viva

martes, 1 de septiembre de 2020

Senda litoral Cabo Peñas – Faro San Juan de Nieva

 

   En esta ocasión la propuesta se ubica en uno de los lugares más populares y fascinantes de la costa asturiana, entre el faro de Peñas y el de San Juan de Nieva, en la desembocadura de la ría de Avilés, unos 18 km de senda litoral nombrada como PR AS-25, un espacio natural declarado como Paisaje Protegido.


   Después de dejar atrás la playa y mina de Llumeres, en plena rasa costera no tardamos en divisar la silueta del faro del Cabo Peñas, sin duda uno de los lugares más significativos del litoral astur, un excelente lugar para pasear por las sendas ya abiertas entre una amplia variedad de brezos y otras plantas, algunas subhalófilas que son capaces de tolerar la sal, entre el faro y el vértice geodésico.



   Rodeados por grandiosos acantilados de cuarcita, algunos con más de 100 m. de caída libre, en la exploración del paisaje las miradas tropiezan con el islote de Erbosa, el segundo de Asturias por su tamaño, y el islote el Sabín. En estos lugares se reproducen la gaviota patiamarilla, el cormorán moñudo y el “paín” o paiño europeo.



   El punto de inicio es el simbólico Faro de Peñas, uno de los mayores y más antiguos de la cornisa cantábrica, empezó a funcionar en 1852, con una torre de cerca de 20 m. de altura. Siguiendo la marcada senda cercana al acantilado bordeamos la playa de cantos rodados de la Carnera, enfrente del pequeño pueblo de Ferrero.


   Sin alejarnos del litoral costero, después del saliente de El Vareaderu  desde donde podemos disfrutar de una excelente vista del Cabo Peñas y la isla Erbosa, el sendero nos acerca a las primeras casas de Verdicio junto a la playa que lleva su nombre.


   Atrás dejamos una llamativa e inhóspita zona de impresionantes acantilados para luego descender hasta una amplia franja de arena azotada por los vientos del oeste que benefician la formación de dunas, con tres hermosas playas empezando por la de Terrero o Verdicio, con una arena fina de color tostado, originando un excitante contraste con el azul del mar y el verde de la vegetación.



   La subida hasta el pueblo de La Granda por una pista de tierra, siempre mirando al mar, nos permite contemplar singulares panorámicas y las playas de Verdicio, La Carriciega o Les Barqueres y la escondida Aguilera acotada por elevadas y encaramadas laderas donde abundan, de nuevo, los brezos. Enfrente los islotes de la Bermea y la Calmiega.

   En La Granda, desde la parte alta de los acantilados de Podes retomamos el sendero pasando por el mirador natural de La Furlada, donde es recomendable una corta parada para distraernos con el itinerario transitado, y luego llegar a través de un pronunciado descenso a Puerto Llampero, célebre lugar llamado así por la abundancia de “llámpares” o lapas, según algunos el más humilde de los mariscos. En la margen izquierda de este puerto natural existen restos de un asentamiento castreño costero, en Punta Llamperu.


   Desde la parte baja de este elocuente enclave se puede acceder, a través de un empinado y estrecho camino, hasta un sencillo y agradable mirador desde donde divisamos el entrante del mar a veces con pequeñas embarcaciones. A partir de aquí podemos seguir sin alejarnos de la costa aunque a veces la maleza invade el sendero. Merece la pena intentarlo.


   Resulta agradable caminar cerca del litoral, buscando en todo momento el contorno y los recodos de la costa, un sendero que nos permita disfrutar de distintas sensaciones en función del estado de las mareas, de recogidas y apartadas calas, rocas azotadas por el oleaje, ….. Enseguida divisamos las oscuras playas de Portazuelos y Riba Pachón, y a lo lejos una estructura que se eleva sobre los acantilados de Cabo Negro.



   Curiosamente, el camino asciende y nos acerca hasta el viejo armazón de hormigón, un ruinoso edificio abandonado que desentona con el entorno circundante, restos de una estación terminal donde llegaba un teleférico que transportaba mediante cangilones restos de escorias industriales para derramarlos por el acantilado. Fue utilizado durante una década desde 1962, un testigo mudo más de la historia de la industria asturiana.

   Antes de llegar a la atalaya natural de la amplia ensenada y playa de Xagó, debemos cruzar una extensa zona de pradería, un tramo de rasa costera denominado Tresmurios, pero buscando siempre la proximidad del mar, esta vez a la altura del Fondal de Cabo Negro con acantilados de enormes paredes. Muy cerca transita una estrecha carretera en buen estado que nos conduce hasta el borde del majestuoso arenal.



   Nos detenemos un momento para recrearnos con el extenso ´playón`, sobre todo si tenemos la suerte de encontrarlo en marea baja. Poco antes de descender hacia el pueblo de L’Oteru, cogemos un desvío a la derecha que pasa al lado de una vistosa casa blanca con panera que, después de una pequeña subida, nos llevará hasta lo alto del Monte Xagó.



   Al llegar a la zona alta el camino transita cercano a un pequeño grupo de casas, una buena idea es coger el desvío a la derecha para acercarnos hasta la orilla de la cumbre, con mucha precaución por el excitante precipicio, y así poder observar un amplio y llamativo espacio costero, salpicado de pueblos, casas, caserías, ……. Una vista extraordinaria.


   El descenso nos sitúa en una de las zonas de aparcamiento de la playa de Xagó para seguidamente ascender hasta las casas de Llodero, en todo momento bordeando el extenso arenal, antes de llegar a la cuidada aldea de Nieva después de pasar al lado de la pequeña ermita de San Juan, construida durante el siglo XVII.



   Desde la parte alta también se consiguen excelentes vistas de los bellos parajes del Playón de Xagó, además es el comienzo de la diminuta península de Nieva, al igual que todo este recorrido costero, dentro del concejo de Gozón.



   Finalmente, circulamos por la rasa costera a través de una marcada pista entre prados y matorrales de tojo y brezo, hasta llegar al Faro de San Juan, popularmente conocido como el Faro de Avilés, aprovechando la proximidad del mar para disfrutar de unos sugestivos acantilados. 


   El Faro de Nieva , construido en 1863, está ubicado en un lugar perfecto para examinar el entorno costero próximo, el formidable arenal moldeado por la acción de las dunas que forman las playas de Salinas y el El Espartal, la bocana de la ría de Avilés y el litoral costero hasta la isla de la Deva. 



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