Desde pequeños, jugando en la playa o
caminando cerca de un río, nos empieza a llamar la atención los objetos
flotantes. Quizás no resultaban muy difícil de entender las explicaciones de
nuestro profesor sobre los motivos por los que un barco flota, .....sobre todo
si estamos acostumbrados y nos encanta contemplar esos enormes barcos de
hierro, a veces cargados de materiales pesados, u otros pequeños barcos
pesqueros cuando llegan al puerto.
Pero cuando escuchamos que en otras
épocas también se fabricaban barcos de cemento, quedamos un tanto sorprendidos,
extrañados, un tanto desconfiados, como poniendo en duda esta posibilidad. La
teoría es muy fácil, todos debemos saber que cualquier barco puede flotar
siempre que el peso del agua que desplace sea mayor que su propio peso,
......... ¡¡pero de cemento es lo mismo!!
Los que tuvimos la suerte de correr,
pasear y pescar en el muelle de Candás hace unas décadas, no podremos olvidar
los restos de aquel barco de cemento que conservaba las letras LONDON en la
popa. Se contaban muchas historias, oíamos relatos de todo tipo y muchas veces
nos preguntábamos ¿Cómo había llegado aquel barco allí?. Sin duda en nuestras
mentes siempre quedará el recuerdo de aquel barco de hormigón, medio tapado por
bloques, del puerto de Candás.
Durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918) este tipo de barcos
construidos a base de hierro y cemento, transportaban materiales a granel en el
Reino Unido y hasta lo llegaron a hacer con mineral de hierro desde España. La
escasez de acero y los problemas económicos generados por el conflicto bélico aceleraron
la propuesta de producción de barcos bajo el sistema de “hierro y cemento”. La
construcción comenzó a principios de 1918 en unos 15 astilleros del Reino Unido
y Francia, especializados principalmente en la construcción de este tipo de
embarcaciones.
Entre estos astilleros figuraba J
& R Thompson, en Warrenpoint en el Norte de Irlanda, constructor de los
“barcos de piedra”, que serían emplazados en el puerto de Candás, -Cretefarm y
Creteforge-, el cual había recibido un pedido para 10 barcazas con tres
posibles remolcadores.
Hay que destacar que no todos los modelos de barcazas eran
iguales, pues en unos casos se trataba de simples remolques que necesitaban de
barcos auxiliares para sus desplazamientos, mientras que en otros casos eran
autónomas y equipadas con motores y calderas, de hecho algunas se utilizaron en
origen para remontar ríos a los que se les llegó a incorporar velas.
Aproximadamente, las embarcaciones tenían unos 50 metros de eslora, 10
de manga y 6,20 metros
de puntal, y podían navegar con una carga entre 1100 y 1400 toneladas.
Siguiendo más de cerca la trayectoria
de las dos naves “hermanas” candasinas, el Cretefarm se configura a partir del
18 de diciembre de 1918 y fue completado, operativo o registrado en junio de
1919 (acabada ya la Primera Guerra Mundial) por The Shipping Crontroller, de
Londres. Los trabajos en el Creteforge arrancan del 5 de marzo de 1919 y fue
registrado en la misma fecha que el anterior. En 1921, ambos son transferidos
al departamento de Comercio y Exportación del Reino Unido. En 1922 pasan a la
Crete Shipping Co. Ltd. y aparecen como vendidos a España en 1929 siendo
borrados finalmente del correspondiente registro en 1931.
Su llegada al puerto de Candás tuvo lugar, la del Cretefarm en
septiembre 1929 aunque no se emplazaría definitivamente hasta 1930 y la del
Creteforge en agosto de 1935. Eran embarcaciones de 712 toneladas y con unas
dimensiones de 54,86 m
de eslora (longitud), 9,58 m
de manga (anchura) y 5,79 m
de puntal (altura desde la quilla hasta la cubierta).
Por otra parte se sabe de la llegada a
otros puertos asturianos de este tipo de naves, superado el primer cuarto del
siglo XX. Se trataba de lanchones con casco de cemento, ya en desuso, para ser
empleados como consolidación o reforzamiento de algunos puertos.
El dato más extendido en el número total de adquisiciones que hubo
en Asturias, es de 13 gabarras de las cuales dos fueron a San Esteban de
Pravia, otras dos al puerto de Candás y las nueve restantes se llevaron al
puerto de El Musel, si bien referencias y noticias de hemeroteca nos hacen
pensar que la cantidad de ese tipo de artilugios traídos a Asturias fue algo
mayor.
El motivo o la conveniencia de
adquirir este tipo de embarcaciones se apoyó en el menor coste que tenían en
relación a bloques o cajones de hormigón con idéntico fin para las defensas o
protecciones de espigones. También, su mejor maniobrabilidad a la hora de
transportarlas y hundirlas, así como menor tiempo de espera a la hora de
incorporarlos a las construcciones.
Estos, llamados por algunos, “barcos de piedra” eran en realidad
de hierro y cemento. Este ferrocemento era un material más duradero que la
madera y también más fácil de trabajar, además podían construirse fuera de los
astilleros tradicionales por personal no especializado.
El Creteforge fue la más visible y conocida de todos las gabarras
llegadas a nuestra región en aquella época, ya que sobre esta embarcación
pudimos caminar, saltar, jugar y era un buen emplazamiento para pescar con
caña. En su popa aparecía el nombre Creteforge – London, las letras Creteforge
cayeron y solo quedaron las de LONDON, que se pudo leer hasta el día de su entierro
definitivo.
Es cierto que hubo un intento por
parte de una Asociación de Vecinos de Candás para intentar extraer el
Creteforge del muelle y conservarlo como parte de la historia de la villa, pero
después del correspondiente estudio se consideró inviable el rescate debido al
deterioro de la nave.
Este trabajo o pequeña recopilación
histórica de datos ha sido para mi algo especial, es una dedicatoria personal a
mi buen amigo, y compañero de trabajo durante muchos años, Eugenio Wifredo
González Gutiérrez, natural de Candás, un lugar que siempre llevaremos en
nuestros corazones.
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