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jueves, 25 de octubre de 2018

Cadavedo: Ermita La Riégala – Torreón Villademoros



   La fiesta de la Regalina, también conocida como La Riégala, es una apreciada romería que pone en vilo a la comarca cercana al pueblo de Cadavedo, al concejo de Valdés al completo y a todos los asturianos, el último domingo de agosto. Declarada de Interés Turístico.



   Esta entrañable y conocida fiesta popular se celebra en el campo La Garita, al lado de la ermita de Santa María de Riégala ubicada en lo alto de la Punta del Cuerno, un pintoresco saliente con preciosas vistas de la costa asturiana, la playa de Cadavedo y llamativos acantilados.



   Precisamente La ermita de La Riégala es el lugar elegido para este corto e improvisado recorrido, cruzando el estiloso pueblo de Cadavedo y llegando hasta el sugerente Torreón de Villademoros. Una pequeña y distinguida muestra de arquitectura popular con inesperados y atractivos contrastes. Merece la pena.


   Entre los concejos de Cudillero y Valdés tenemos un tramo de costa donde abundan profundos y frondosos barrancos, con abundantes plantaciones de pinos y eucaliptos, hasta llegar a la playa de Cadavedo o La Ribeirona, donde justamente desemboca el arroyo Frieira.



   A partir de aquí se inicia un trecho de rasa costera o plataforma litoral donde se ubica la localidad de Cadavedo, un placentero lugar de pasado agrícola y ganadero, buena muestra de ello son la forma y distribución de sus viviendas. Es un auténtico disfrute pasear y contemplar el amplio y variado repertorio de construcciones llenas de tradición e historia.



   Entre caserías muy cuidadas, con abundancia de plantas cultivadas, destacan las casas o casonas más típicas y otras formadas por la vivienda y diversos cobertizos, algunos sirven de asiento a hórreos y paneras. En esta parroquia de Cadavedo existe una espléndida colección, la mayoría en buen estado.



   Muchos de estos hórreos y paneras poseen tornaaguas y/o faldones para protegerlos de la lluvia, el viento y el sol. Estamos muy cerca de la costa. También con corredores, muy propio de las paneras, donde se dejan secar las panojas de maíz, les fabes, las ristras de ajos y cebollas, ………..



   Al lado de estos elementos tradicionales que sin querer nos acercan al pasado surgen las llamativas e inmensas Casas de Indianos, con una arquitectura caprichosa y simbólica pero creando un interesante contraste dentro de un entorno claramente rural.



   Siguiendo el itinerario marcado en el mapa que aparece en este artículo, después de dejar atrás la Casa Roja caminamos por la N-632a  durante unos metros, aquí encontramos Villa Hilda otra conocida ´casa de indianos`, y un poco más adelante ya nos desviamos a la derecha en dirección a la Torre de Villademoros que está a 1,5 km, unos 20 minutos.



   En la toma de contacto impone el contraste de la fortaleza en medio de un vistoso y cuidado espacio natural. En realidad se trata de un monolito de base cuadrada de casi 8 metros de lado y unos 13 metros de altura, formando un prisma perfecto, sin techo.



   Sus orígenes son inciertos aunque hay quien afirma que puedan remontarse a la antigua Roma. Esta llamativa torre fue construida durante la Baja Edad Media, probablemente durante los siglos X-XI y reconstruida en el siglo XV dentro de una arquitectura señorial y defensiva. Declarada Bien de Interés Cultural.



   En la actualidad este histórico monumento forma parte de un interesante complejo hotelero junto a una casona solariega del siglo XVIII y una panera construida sobre un espacio cerrado con paredes de piedra y una singular subidoria, con escalones también de piedra. Un acertado ejemplo de turismo de naturaleza donde impera la tranquilidad y un entorno totalmente rural.



   Después de contemplar y fotografiar los edificios y el dominio que rodea la Torre de Villademoros, el día invitaba a pasear por el apacible camino que te conduce a través de la rasa costera, entre prados y maizales, hasta llegar a la playa Campiecho.



   En esta zona se puede disfrutar presenciando  llamativas vistas de los acantilados de Entrecabos, haciendo referencia a la zona costera que se extiende entre Cabo Vidio y Cabo Busto, Paisaje Natural Protegido. Dicen los vecinos de Cadavedo que “el viento atrae los olores del mar y en los días de oleaje se oye su rugido”.



   La playa de Campiecho es una amplia ensenada de cantos rodados y gravas, escoltada por acantilados verticales. Al bajar la marea queda al descubierto un amplio roquedo formando caprichosas figuras. Apreciada por los pescadores de la zona y por los buscadores de playas con encanto. Ojo con las mareas.



   A la salida, después de dejar atrás las instalaciones de la cetárea Canelmar, siguiendo la carretera por la orilla opuesta del reguero Cogolla Villademoros, a través de una empinada aunque corta cuesta, ascendemos de nuevo a las casas de Cadavedo. Antes de cruzarlo hemos dejado atrás una zona de pradería con la silueta de la Torre a lo lejos.



   Resulta habitual encontrar personas con su máquina de fotos o móvil que sienten curiosidad por lo que ven e intentan conseguir una pequeña muestra de este pequeño museo de tradición asturiana. De nuevo regresamos al punto de partida, a la campera de la popular Regalina por el conocido camino del Padre Galo, popular personaje nacido en Cadavedo, sacerdote y poeta, enamorado de su tierra, conocido con el sobrenombre de Fernán Coronas.



   Desde esta distinguida atalaya se puede contemplar la playa de El Churín, en la parte occidental de la Punta del Cuerno, al pie de escarpados acantilados que la hacen inaccesible. Al otro lado del promontorio costero también tenemos excelentes vistas de la playa de Cadavedo.




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